Michoacán es el estado en el centro-occidente de México donde, en diciembre de 2006, comenzó la llamada “guerra contra las drogas”. Mientras la entidad se descomponía, se destruían paralelamente los bosques con un fenómeno casi igual de explosivo: la expansión ilegal de la frontera del cultivo del aguacate, al calor del su alto precio internacional. Sin embargo, en la misma región, en los bosques comunales de Nuevo San Juan Parangaricutiro, se daban lecciones de un manejo forestal ejemplar, gobernanza, conservación y generación de riqueza.

Esta comunidad forestal purépecha, ubicada en las inmediaciones del volcán Paricutín, tuvo dificultades ante el clima de ingobernabilidad que se desató en la zona a partir de 2006. Nuevo San Juan protegió con éxito su patrimonio y mantuvo vivas sus cadenas productivas y sus rutas comerciales. Lo hizo, incluso, cuando un par de años después, la pandemia del virus H1N1 irrumpió y paralizó la economía regional.

Nuevo San Juan Parangaricutiro tiene una superficie comunal de 18 138 hectáreas: más de 10 880 están designadas a la silvicultura, 1200 son de plantío forestal y viveros, 1913 son usadas para la agricultura, 2122 son huertos frutales y 35 se utilizan como pasto para el ganado. Unas 1685 adicionales están categorizadas como “terreno rocoso” y 152 como arbustos y matas, de acuerdo con los datos que se incluyen en el estudio de caso publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a propósito del premio de la Iniciativa Ecuatorial que la comunidad obtuvo en 2004.Nuevo San Juan Parangaricutiro cuenta con un bosque templado, típico del altiplano central mexicano: predominan las coníferas, aunque hay una importante diversidad de encinos, ailes y otras especies. La densidad de especies vegetales —desde arbustos y acates hasta árboles— ronda un centenar por hectárea, y el reto del aprovechamiento es no romper esa estructura que otorga servicios ambientales esenciales como captura de carbono y hábitat para fauna como el venado cola blanca, gato montés, coyotes, zorras, reptiles, anfibios y aves.La importancia de las florestas de Nuevo San Juan, con alto grado de conservación, ha crecido con la devastación que está dejando en la región la expansión del aguacate, con cambios de uso de suelo ilegal por toda la meseta Purépecha.


El Banco Mundial entregó recursos para capacitación y educación ambiental. En 1997, Nuevo San Juan obtuvo la primera certificación otorgada por el Forest Stewardship Council (FSC), herramienta que ha sido primordial para mantener los altos estándares de trabajo y garantizar que se conserva el bosque, pues cada cinco años se revisa todos los procesos y se determinan acciones que comienzan en el bosque, siguen con el manejo de la industria y abarcan los temas de inclusión social.“Esta certificación nos ha traído satisfacción, es el organismo más exigente a nivel mundial”,. Y si bien la comunidad apenas exporta alrededor de 5 % de su producción de madera, los sellos de calidad de FSC ya generan diferencia en México y abren los mercados.

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