Nuevo Becal Zopilote

Para los antiguos mayas, el zopilote rey era un intermediario que surcaba los cielos comunicando a la humanidad con los dioses. Al verlo planear sobre las corrientes de aire, con su envergadura de 1.93 metros, es fácil entender por qué se le pensaba como un ave especial. Y cuando se conoce más sobre esta especie, se entiende que su vuelo no es lo único que la hace magnífica.

Sus ojos blancos, profundos y poderosos hacen mancuerna con su olfato para ubicar una presa desde las alturas y a grandes distancias. Su cabeza, una paleta de tonalidades rojizas, permanece desnuda de plumas para evitar infecciones de las bacterias presentes en la carroña de la que se alimenta. Con sus 80 centímetros de estatura y hasta 14 kilos de peso, se impone ante otros carroñeros sin siquiera empezar una pelea, una de las varias razones por la que lugareños y científicos lo llaman “rey”.

El plumaje gris alrededor de su cuello forma un circuito tan compacto que los aztecas lo llamaron cozcacuahtli: águila de collar. La elegante túnica de plumas blancas con remates negros que lo caracteriza llevó a que el botanista sueco Carlos Linneo lo nombrara Sarcoramphus papa.

Pese a todas estas elocuentes formas de llamarlo, el zopilote rey representa algo aún más importante para el ejido Nuevo Bécal, ubicado la selva maya, en la zona sureste de Campeche: el aprendizaje de que el manejo forestal mejora la calidad de vida de una comunidad y es compatible con la conservación de la vida silvestre y su hábitat.

“Para nosotros, en el ejido, el zopilote rey es una especie emblemática con la que estamos orgullosos de contar y que estamos comprometidos a conservar a pesar de las actividades económicas que impulsamos”, explica Lucio López, ejidatario e ingeniero forestal a cargo del comité de vigilancia en el ejido.

La consolidación de un santuario

La confirmación científica del alto valor del dormidero de Nuevo Bécal para la conservación del zopilote real movilizó a la sociedad civil. Conscientes de la importancia de preservar el hábitat como condición indispensable para conservar la especie, distintas organizaciones sociales, entre ellas Uyoolché A.C., gestionaron la inclusión del ejido en un programa de la UICN que utilizaba un fondo financiero de los Países Bajos para la compra o arrendamiento de tierras que se destinaran a la conservación de ecosistemas alrededor del mundo. Entre 2012 y 2014, el programa pagó al ejido un arrendamiento del polígono en el que se creó el santuario del zopilote real.

Al mismo tiempo, otras organizaciones en alianza con investigadores de distintas disciplinas acompañaron al ejido Nuevo Bécal en la búsqueda de opciones para la conservación. En 2012, se elaboró un programa para la conservación de esta especie que incluía aspectos como manejo del hábitat, educación ambiental, investigación, monitoreo y vigilancia.

También en 2012, Rainforest Alliance elaboró una auditoría del ejido para obtener una certificación de la Forest Stewardship Council, la instancia certificadora de manejo forestal más importante a nivel internacional. En el primer intento, el ejido no logró la certificación, pero el ejercicio detonó una revalorización del territorio entre los ejidatarios, recuerda María Luisa Villarreal, investigadora y consultora técnica para el ejido Nuevo Bécal. El ejido, entonces, centró sus esfuerzos en hacerse compatible con el principio 9 del FSC: bosques con alto nivel de conservación.

Cuatro años después de su fallida auditoría forestal, Nuevo Bécal ya había hecho la tarea y contaba con todos los requisitos para certificarse. En junio de 2016, el ejido recibió su primera certificación FSC por su cadena de custodia en la extracción de madera, que incluye especies como el ramón (Brosimum alicastrum), el pucté (Bucida buceras L.), el chaká (Bursera Simaruba) o el chicozapote (Manilkara zapota). 

Esta certificación ha tenido un impacto positivo al elevar el precio de la madera que Nuevo Bécal vende y exporta.

“El ejido puede vivir netamente de su actividad forestal. Esta diversificación hacia actividades de conservación nos ha ayudado a mantenernos incluso durante la pandemia, cuando cayeron algunas exportaciones”, explica Lucio López. “Estas certificaciones —señala— nos hacen ver que estamos haciendo las cosas bien y que lo podemos demostrar”.

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